Azay Art Magazine
Con su obra, Romeo Niram ha inventado un universo paralelo, regulado por su ley interna, rigurosa e infalible, diseñado para demostrar la bondad de un método (el suyo) frente a otros (el cotidiano). Parece creer que no hay diferencia entre lo verdadero para uno y lo verdadero para otros muchos, porque la experiencia humana, su objeto, la civilización y la historia son una convención de grupo, como demuestra la variedad antropológica de una región respecto de su limítrofe, a partir de un análogo principio antropocéntrico. En diversas latitudes conviven la civilización china y la griega, el oriente y el occidente, por el engaño del tiempo que en realidad no pertenece a las convenciones y fluye rectilíneo, como demuestra el envejecimiento inexorable de nuestro cuerpo. Las civilizaciones se superponen, viviendo en el mismo tiempo y paralelamente, pero se protegen con fronteras, paredes, ríos, montañas, murallas, o con los muros del apartamento.
Antropocéntrico es también “niramocéntrico”. Es la misma posición que en el s. VI a.C había sostenido Jenófanes, dudando con razón de la existencia de los dioses, o al menos de un Olimpo construido a imagen y semejanza del hombre griego: “Los hombres creen que los dioses han nacido y tienen voz y cuerpo similares a ellos… Los etiopes sostienen que sus dioses son chatos y negros y los tracios que tienen azules los ojos y son rubios como ellos; y también los bueyes, caballos y leones, si pudiera, imaginarían a sus dioses a su semejanza. Los poetas han fomentado esta creencia. Homero y Hesiodo han atribuido a cada Dios también lo que es objeto de vergüenza y oprobio entre los hombres: mal, adulterio y engaño mutuo.”
Romeo Niram, como Jenófanes, sabe perfectamente que nada es relativo, como se presume del ser absoluto, y por esto asume lo absoluto en su particularismo relativo, y lo consagra con una ilimitada enciclopedia de relaciones donde la ironía no es un ingrediente personal sino una categoría universal. Es cierto que su imagen del mundo está gobernada por una idea demiúrgica, y que se propone como una divinidad que ordena y legisla los estatutos y normas de aplicación a la creación, para apartarla de la anarquía y del caso de toda otra posible sistematización y administración. Su lenguaje se explica sin explicación, afirmando las diferencias programáticas y la traducibilidad de la forma sin afectar a la sustancia. Es un modo sutil de advertir que su mundo no existe y no es “decible”, por lo que no existe el nuestro o cualquier otro en el que la comprensibilidad es puramente convencional.
El universo paralelo, aunque comprensible
Partiendo de esta premisa, también el universo paralelo de Romeo Niram es plenamente comprensible y, por lo dicho, vivible; nada surrealista, como podría parecer en un principio. La obra completa es un verdadero y personal sistema filosófico, donde nada es casual, instintivo o espontáneo porque Romeo Niram, en el descubrimiento de los territorios y lugares nunca explorados por el arte, ni pierde ni gasta gratuitamente. Para él, el arte es una montaña de dimensiones y ambiciones enormes, para él el arte es continuo origen de maravillosas relaciones y de una ilimitada potencialidad.